viernes, 17 de diciembre de 2010


Bueno, el viaje llegó a su fin. Esta locura, esta aventura demencial, se gestó en un viaje de ida y vuelta en el día a Vitoria, hace ya dos años. Mucho ha cambiado en el mundo, demasiadas cosas, pero la verdad, con el parón y todo, la historia se ha mantenido inalterable. Así ha salido, como la habéis ido leyendo, loca, oscura, irracional y, sobre todo, con mucho entusiasmo. La verdad es que estos últimos meses he purgado muchos demonios escribiéndola y en muchas ocasiones hubiera preferido estar a de verdad ahí, matando girasoles mutantes, que en la vida real. Pero la verdad es que hay poco del valeroso y terrible Peter Connors en mí, quizás solo lo autodestructivo, jajajajaja. En fin, el resto de personajes creo que han salido bastante bien y todos sus representantes en la vida real han quedado satisfechos, sobre todo Monu, estoy seguro, mi querido Javier Puente, que ha visto como su Bridge ganaba enteros y se convertía en un personaje crucial en la historia. La verdad que es algo que no había planeado, pero es algo que me encanta de escribir, cuando las historias se transforman en criaturas escurridizas y empiezan a escapársete de las manos y a tomar sus propias decisiones.
Y parecía mentira, hace dos años, cuando la empecé y dejé abandonada. Pero ahí vamos, con el último capítulo. Espero que al menos un buen rato que otro os haya dado esta locura, y solo daros mil gracias por haberos molestado en leer las bobadas que se me iban ocurriendo en los viajes del curro, o en el autobús, o por la calle. Yo por mi parte seguiré con este blog, al tiempo que intentaré resucitar el original, Entre las sombras, y ya hay un par de historias más en el tintero para Weird Tales. Una se llamará Los ochentenos, y estará protagonizada por mi mejor amigo, Angel Méndez, al que habéis visto en el papel estelar de Jeremiah Kiskembauer, pérfido Líder de la Corporación, y por el grandísimo, Javier “Monumento” Puente. También tengo algo de zombis en mente y alguna que otra idea más, así como tengo pensado regalar al los más asiduos con un epílogo extra para cada uno de los personajes principales de los girasoles, que iré escribiendo de tiempo en tiempo, estad atentos. Y como último regalo, os dejo los bocetillos que hice una tarde de algunos de los personajes de esta delirante saga. Así que nada, una saludo, mil gracias y sin más dilación os dejo con los dibujos y el último capitulo de La invasión de los girasoles mutantes.  Hasta ponto.







La Invasión de los girasoles mutantes
Episodio 29: Héroes y celebraciones
Bridge se estira en la cama. Una cama, parece que hacía mil años que no descansaba en una. Le duele todo. Pero todo, todo. Mira el techo de la habitación, excavado en la roca, y se pregunta cuanto tiempo pasará antes de que la gente pueda tener aire libre y techos normales otra vez sobre sus cabezas. Un segundo después se pregunta si realmente ese día llegará, si el mundo no estará herido de muerte. Luego sonríe. No entiende muy bien como demonios un tipo como él se ha convertido en el héroe que ha salvado el mundo. Las vueltas que da la vida. Sí, está claro que Johnnie, Peter, Helen y todos los demás también han tenido su parte importante, pero hay que reconocer que fue él el que asestó el golpe final cuando Johnnie estaba ya derrotado. Sí, fue un golpe que casi falla y sí, casi rompe el dispositivo que destruía a los monstruos, pero al final todo ha salido bien. Pobre Martin, casi va a echar de menos sus interminables y escatológicas chácharas. Pobre Betsy, piensa de repente, era un buen trasto. Ahora que los caminos van a ser un poco más seguros hubiera sido un buen plan recorrerlos con aquel armatoste. Pero no había otra forma de entrar en el edificio. Se levanta y se viste trabajosamente, un buen desayuno quizás le ayude a recuperar fuerzas, mira el reloj. Las cinco de la tarde. Parece que ha dormido un poco más de lo que había pensado.
Recorre los pasillos de la ciudad subterránea y es evidente que la gente aun está de celebración. Le cuesta avanzar entre el gentío porque cada dos por tres alguien le para para darle las gracias e incluso, aun no se lo cree, ve como un grupo de chicas le sonríen y hablan entre ellas. Nota que el calor se le agolpa en las mejillas, más cuando ve que una de ellas, una morena de ojos claros, se le acerca y sin decir ni hola, le coge la cara y le da un beso en los labios. Bridge está segurísimo de que el corazón se le va a salir por la oreja derecha de un momento a otro. Cuando la chica deja de besarle le sonríe y le dice:
-Gracias, nos has salvado a todos.
Luego ella y las demás se alejan entre risitas. En ese momento piensa que por fin sabe como se debían sentir los soldados americanos a su paso por Europa en la Segunda Guerra Mundial. Y piensa que él será un veterano de la guerra contra los girasoles, lo que hace que el pecho se le hinche de orgullo. Bridge se ha olvidado un poco del hambre, más que nada por que el estómago lo tiene en ese momento más o menos por la pelvis y no sabe cuando volverá. Pero se dirige al bar de todos modos.
En el bar, cosa bastante normal, esta Peter. Tiene una garra metálica llena de cerveza delante de la cara y la cabeza apoyada sobre las manos en la barra.
- ¿Cómo estás, Héroe? –Le pregunta.
Peter gira la cabeza y le sonríe.
- Te gusta esto, ¿eh?
- Joder, no todos los días puede uno ser un héroe. ¿Y a ti qué te pasa? ¿No estás contento?
- ¿Yo? Claro, tengo una jarra de la rica cerveza de Sergei –en ese momento el enorme camarero de negra barba y negra melena pasa junto a ellos y corresponde el brindis que le ofrece Peter con otra jarra. El sonido metálico de las dos jarras al chocar es de lo más reconfortante.
- ¿Qué te pongo, amigo? –le pregunta el camarero.
- Pues hay hambre –nada le quita el hambre a Bridge durante demasiado tiempo-así que ponme unos huevos, un trozo de tarta y café.
Sergei se va y vuelve con otra jarra de cerveza.
-Hoy solo se sirve cerveza, amigo, es un día de celebración. ¿O quieres algo más fuerte?
-No, no, cerveza está bien.
-Perfecto –añade el barman con una sonrisa-. En seguida te traigo los huevos.
-Bueno –dice Bridge agarrando la jarra-. Brindemos, ¿no? Por…
-Por los nuevos caminos –termina Peter, pero no sonríe, y Bridge se da cuenta de ello.
-No te vas a quedar, ¿verdad? –dice Bridge de pronto.
-No, viejo amigo, no mucho tiempo.
-¿A dónde iras? –como toda respuesta Peter se encoge de hombros.
-¿Te despedirá,s al menos?
Peter solo sonríe.

Francis Connor limpia su vieja moto. Se está bien allí, con el sol bien alto, lejos del alboroto de la celebración. Supone que es algo que se ha debido hacer en todos las guerras de la historia, celebrar la victoria. El ha celebrado como el que más, pero la sangre de los caídos está demasiado reciente. Limpiar su moto le da paz. Es  más que una moto, es una joya, una Harley Dadvison Fatboys del año 95. Toda una antigüedad. Las partes cromadas le han costado un suplicio,  pero por fin brillan a la luz del sol. Le faltan piezas, aun no puede arrancar, pero limpiarla e ir reconstruyéndola poco a poco le da un poco de normalidad a su vida.
-Es una maravilla –dice una voz a su espalda. Helen se acerca a él y su silueta la recorta el sol con mimo. El sol de la tarde hace que toso seas más lánguido.
-Sí, algún día conseguiré que funcione. Ya verás como ruge.
-Casi he olvidado como era el mundo antes.
-Claro, cuando todo empezó no eras más que una niña.
Los dos se callan uno segundos. Como si n supieran exactamente que decir.
-¿Qué haremos ahora, alcalde? –pregunta por fin la chica.
-Vivir, ¿te parece poco?
-¿No es eso lo que hemos estado haciendo?
-No, criatura, lo que hemos hecho es luchar. Día tras día, de una forma u otra. Pero luchar. Es hora de vivir un poco.
-No suena mal –dice Helen, aunque no sabe muy bien que hacer con su recién adquirida vida.

Johnnie lleva una hora buscando a Doc, le sigue costado llamarle Peter. Así que como no le encuentra, se queda en el bar de Sergei. El bar a está a reventar de gente, y nunca le ha costado demasiado hacer amigos y en ese momento todo el mundo quiere ser su amigo. Al fin y al cabo es un héroe. Después de tres bourbons todo empieza a ir más engrasado y las dudas que le azuzan, los temores que le apremian parecen querer una copa también. Está contando una anécdota, una vez que él y el Doctor se emborracharon tanto que no eran capaces de encontrar a Betsy, que estaba a la vuelta de la esquina. Todos ríen, Pero él solo ríe por fuera, pues no sabe muy bien dónde está su amigo, ese con el que recorrió los caminos sin un destino. No le reconoce en ese ser siniestro que ha vuelto de la tumba, pero es de suponer que él mismo también ha cambiado. Lo siente en como Helen le mira, supone que es un hombre muy distinto del que era cuando se separaron. Y ella es una mujer completamente distinta de la niña a la que perdió años atrás. Todo ha cambiado. Al menos el bourbon no ha cambiado y la sensación que produce tampoco. El mañana, espera, debe estar aun muy lejos, y el mundo es tan amplio como la barra de aquel bar. Y lo demás ya se verá..

La fiesta va acabando y todo el mundo cabalga a lomos del dragón. El licor ha curado muchas heridas, al menos de forma momentáneamente. Casi todo el mundo duerme. Gente en los pasillos, en las estancias, y el silencio después de la tormenta que hace que todo parezca pacífico. Una sombra se abre paso furtivamente entre la gente, casi invisible. Paso junto a Bridge, sentado en el suelo, apoyado en la pared y durmiendo entre los brazos de la chica que le ha besado por la tarde. Peter sonríe, buena suerte muchacho, piensa. Sigue andando entre la gente. Saluda a algunos rezagados de la fiesta y sale a la calle. La noche es tan negra como cualquier otra. Para el devenir de las estrellas todas las tribulaciones humanas no son más que una mota de polvo cósmico. El horizonte difuminado no es de mucha ayuda, la verdad, así que empieza a nadar sin más, cuando la voz de Helen le llega desde la espalda.
-¿No dices adiós?
-No sabía como decirlo.
-Ya. ¿Tampoco te has despedido de tu tío?
-Sí, he pasado a decirle adiós.
-¿Y de Johnnie?
-Sí, bueno, Johnnie no sabe muy bien quién soy ahora mismo. Ni siquiera yo lo sé tampco.
-¿Es un adiós, entonces? –Pregunta Helen.
-¿Quién sabe?
Peter no dice nada más. Helen no sabe tampoco quién se supone que debe de ser ella misma en ese momento. Peter va desapareciendo en la oscuridad. No siente que tenga mucho más detrás de ella misma, pero aquel mundo parece tan grande, que en ese momento le da miedo. Se da la vuelta y vuelve al interior de la ciudad, quizás una cerveza más no venga mal. Es el fin de muchas historias, el inicio de otras, quizá.


The end

Cast

Johnnie Walker:  Juan Izardui
Doctor Spawlding/Peter Connor: Pedro Maza
Bridge: Javier Puente “Monu”
Ben Martin: Benjamín Martínez
Helen: Helen Hache
Ralphy: Rafael Martínez
Francis Connor: Francisco “Paco” Contreras
V: Vero
Sergei: Sergio Encinas
Jacob: Jaco
El Líder, Jeremiah Kiskembauer: Ángel Méndez
El General Xavier: Javier Palou
El coronel Antón Henninger: Antonio Martínez
Silvio Panterini: Javier Martínez “Panteira”
William: Marshal
Betsy: Iveco 3

Todos los demás personajes son ficción y cualquier parecido con personas reales es coincidencia.

jueves, 2 de diciembre de 2010

La invasión de los girasoles mutantes


Episodio 28: ¿Es tiempo de venganza?
Walker esquiva golpes. Está más que claro que los cortes que le ha producido el bisturí hacen que Jeremiah vaya mucho más lento, pero aun así su rapidez es mortal y a Johnnie le cuesta cada vez más esquivar las embestidas del Líder de la Corporación. Ha conseguido hacerle un par de cortes más, nada serio, heridas superficiales, pero que también sangran. El problema es que hace ya unos minutos que el bisturí salió disparado de su mano y sabe que es cuestión de tiempo que uno de los golpes de su oponente le deje inconsciente y entonces todo se habrá acabado. La verdad es que eso antes no le hubiera importado, cerrar los ojos de una maldita vez, dejar de pelear y sumirse en la nada del más allá, pues, por supuesto, él jamás ha creído en que hubiera nada después de la muerte. Pero con el Doctor volviendo de la tumba convertido en no sé qué y esos medio ángeles revoloteando  por encima de sus cabezas, el Diablo y todo aquel desbarajuste, ya no sabía que demonios creer. Ni siquiera la idea de la muerte podía servir de consuelo en aquel condenado mundo. Esquiva un golpe directo al cuello pero acto seguido el Líder le propina un demoledor golpe con la mano abierta en el pecho que le lanza contra el suelo. Su primer instinto es levantarse, pero su cuerpo le dice delicadamente, con una violenta sacudida de dolor que le recorre de arriba abajo, que se lo tome con más calma. A su derecha, a un par de metros, puede ver el destello salvador del bisturí. Sabe perfectamente que no llega pero aun así estira la mano, como quien mira a las estrellas en busca de respuestas que sabe nunca llegarán. El Líder se acerca a él renqueante y le pisa el antebrazo, por suerte, no puede diferenciar bien el dolor que le produce el pisotón del que le recorre el resto del cuerpo.
- Es lo que me cabrea de verdad de las ratas –dice el Líder-. Que no sabéis cuando rendiros. Cuando ha llegado vuestro final y seguís pataleando y mordiendo sin parar.
- Acércame el cuello y verás lo que es morder, bastardo.
- Ya está bien de dramatismos, muchacho. Esto ha acabado.
Para aseverar su afirmación, pisa con más fuerza el brazo de Johnnie que, ahora sí, ya empieza a discernir cual es el dolor del pisotón.
-Nosotros no importamos, canalla. Vendrán más, serviremos como ejemplo. Ahora sois visibles y es evidente que se os puede golpear.
- En algo tienes razón, niño. Serviréis como ejemplo, pero no de la forma que tú crees. Vuestra insignificante rebelión ha sido aplastada casi antes de empezar y eso le demostrará a cualquier cucaracha lo que les pasa a quienes se atreven a interponerse en nuestro camino.
- Ya no hay nada que temer. Hemos fracasado, pero al menos hemos reducido a escombros tu pequeño sueño de locos. No tienes nada, solo un puñado de monstruos psicópatas. Tus hombres han huido, tus generales han muerto y el mundo sabrá que no sois más que un puñado de locos. Solo es cuestión de tiempo que la gente se vuelva a levantar.
El Líder, cegado por una furia maligna, aumenta la presión de su pie sobre el brazo de Johnnie, quien hace todo lo posible por no quejarse, para no darle a su enemigo, en el último momento, la satisfacción de verle sucumbir, de verle rendirse.
-Tus miras son tan estrechas que aun no te has dado cuenta. Levantaré otra vez el IV Reich y cuando acabe no habrá nadie que deseé levantarse contra nosotros, porque solo poblarán la tierra aquellos que sean dignos.
-Eres un demente. Nadie te ha dado el derecho para que decidas quien merece vivir y quién no.
-Si un hombre es lo suficientemente fuerte para coger las riendas de su destino, para coger el mundo y torcerlo a su voluntad, tiene derecho a hacer lo que quiera. Es lo que tu mente limitada no alcanza a entender.
- Ya, pues lo que tu mente superior no alcanza a entender es que en esta habitación hemos entrado dos.
Jeremiah se gira al momento pero es tarde. Bridge le clava el bisturí en el ojo con un gesto fugaz y certero. El Líder empieza a gritar de forma espantosa con las manos en el rostro, revolcándose por el suelo. Bridge se acerca a él y la emprende a puntapiés con el hombre hasta que este se queda muy quieto. Entonces, con un gesto la verdad que nada grandilocuente, como quien se agacha a coger las llaves que se la han caído, Bridge mete la mano en el bolsillo del Líder y saca el dispositivo que se supone destruirá la plaga de girasoles mutantes. Lo alza hasta su cara y lo mira sin demasiado interés.
-Es curioso –dice-. Tantas cosas pendientes de algo tan pequeño.
El dispositivo se le cae al suelo chocando pesadamente. Johnnie, que ha empezado a incorporarse, le lanza una mirada asesina. Así que Bridge se agacha rápidamente y sin más ceremonias aprieta el botón rojo. Le sorprende el hecho de que no siente nada demasiado especial. Luego ayuda a levantarse a su amigo.
-Venga, salgamos de aquí, muchacho. Nos hemos ganado unas vacaciones.
-Y que lo digas, amigo –responde Johnnie, mientras va recuperando la movilidad de su cuerpo, lo que también hace que sea, más que nunca, consciente de todo el dolor que aqueja sus miembros-. Un momento, Bridge, donde está ese malnacido.
Cuando giran la cabeza para buscar a Jeremiah, ven que está junto a una de las paredes. Sangra por los cortes que Johnnie le ha producido con el bisturí. Sangra por la terrible herida el ojo. Pero esta vivo y lanza a los dos compañeros una mirada absolutamente asesina, bueno, más bien media mirada. No dice nada. Está ahí y un segundo después la pared gira y el Líder desaparece. Bridge hace el amago de salir detrás de él, pero Johnnie le agarra.
-Déjale, es solo un pobre hombre tullido y solo. Déjale que rumie todo su amargor, ya encontrará su merecido.
Trabajosamente, apoyados el uno en el otro, Bridge y Walker empiezan a andar hacia la salida.
- Por cierto, Bridge. Buen golpe, directo al ojo –dice Johnnie.
- Ya, sí. ¿Sabes? Apuntaba al cuello.

Hasta aquí hemos llegado, piensa Helen. Al fondo de la sala pueden ver la puerta de salida, con la palabra EXIT escrita luciendo con un leve tono verde como si fuera la puerta al cielo. El problema es que la sala está llena de girazombis que les rodean por todos lados. Allí están, las dos, espalda con espalda y, sin ningún tipo de duda, piensa que es el momento más extraño de su vida. Lamentablemente también va a ser el último. No le parece extraño que su vida vaya a acabar estando la Capitana Celin Delpy cerca, pero hubiera sido más lógico haber encontrado la muerte a manos de esa mujer, no luchando codo con codo con ella.
-Irónico, ¿no? –dice Celine.
-Ahórrate los discursos, cariño. No le demos más vueltas al hecho de que no vamos a salir de aquí.
Saben que en cualquier momento los zombis atacarán, de hecho es bastante extraño que no lo hayan hecho ya. Aprieta con fuerza la empuñadura del cuchillo. Cierra los ojos por un segundo. Llegó la hora y piensa enfrentarla, no hay más. Así son las cosas. Decide, en último momento, que prefiere lanzarse contra la marabunta que dejar que ésta le coja agazapada. Así que se lanza contra  uno de los zombis, justo cuando la cabeza de éste estalla y le salpica con fluidos y partes de cerebro. Los demás empiezan a chillar y sus cabezas empiezan a correr la misma suerte. Las dos chicas se abren paso a través de los zombis que chillan de forma horrible y estallan, esparciendo su interior por todas partes. Cuando Helen y Celine llegan por fin a la calle, la luz del alba les da una áspera bienvenida. No se detienen, siguen corriendo, por las calles de una ciudad moribunda.

Ya no quedan balas. Los Npehilim están cansados y su fuego cada vez brilla menos, tanto es así, que Jacob destroza cráneos de zombis y girasoles con un cuchillo y con las propias manos. Francis Connor golpea con la culata del fusil a todo aquel engendro que se cuelga del boquete, abierto por una explosión, de la pared del edificio. Pero los monstruos se encaraman ya a cada saliente y empiezan a subir. Ese es el final, ya solo queda llevarse cuantos más engendros puedan por delante antes de irse para el otro barrio. Un girasol se lanza contra él, está apunto de lanzarle las pipas pero Connor le gira la cabeza justo a tiempo. El girasol se retuerce, le golpea con las manos y con los pies. Connor sigue girándole la cabeza hasta que oye un chasquido y el monstruo cae al suelo. Pero solo para que otro le sustituya.
Jacob corta cabezas, manos, rompe cráneos, pero parece que por cada enemigo muerto surgen tres de las cenizas de éste. Algo detrás le llama la atención, se gira todo lo rápido que puede, pero solo para ver como un girasol, con las garras extendidas, vuela por los aires hacia él. Se pone en guardia en un segundo, pero en su interior sabe que es tarde, que el ataque del girasol le ha cogido por sorpresa. Un segundo después lo que llega hasta él no son las garras afiladas de la criatura, sino un montón de líquidos. El girasol ha estallado por los aires. Jacob no entiende lo que pasa, pero a su alrededor todos los enemigos están sucumbiendo entre terribles chillidos. En pocos segundos, todos los monstruos de la planta han estallado y un terrible sonido viene de fuera, de la plaza. Todos los supervivientes miran por los boquetes de las explosiones y ventanas y ven un espectáculo dantesco, como cientos, miles de enemigos, estallan en pequeñas explosiones verduzcas, rojas y amarillentas. Los chillidos hielan el corazón y se elevan llenado toda la ciudad. Connor piensa que debe ser uno de los amaneceres más horrendos que el mundo ha visto si eso se está repitiendo por todo el planeta. Unos minutos, eso es lo que tarda todo en acabar. Luego el silencio. Un silencio como esa cansada tierra no había sentido muchos años. Cuando Jacob y Connor, seguidos de todos sus hombres, bajan a la plaza, ésta está cubierta por un lago viscoso de un extraño color que les cubre hasta los tobillos.
- Parece que lo han conseguido –dice Jacob.
- Si, solo hay que averiguar a que precio.
-Ningún precio será alto. Al menos para el mundo.
Connor da instrucciones para que sus hombres empiecen a preparar la partida. Algunos deben encargarse de buscar tropas enemigas rendidas y ponerlas bajo custodia y otros deben buscar vehículos que funcionen para preparar la marcha. En cuanto a él, está tan cansado que no quiere ni pensar en dar una sola orden más. Solo quiere dormir durante diez días, al menos.
- Por ahí se acerca alguien –dice Jacob señalando a cuatro figuras se acercan hacia ellos. 
Las armas  se levantan pero no tardan en bajarse al ver que se trata de Johhnie, Bridge, Helen y una mujer alta que Connor solo vio un par de veces, hace tiempo, pero que no iba a olvidar. Cuando llegan todos se abrazan.
- ¿Qué hace ella aquí? –Pregunta Connor señalando a Celine.
-Escapamos juntas  -dice Helen-. Es el único mando de la Corporación que hemos atrapado o que ha sobrevivido. Será un juicio interesante.
Rápida como una centella, Celine coge por detrás a Helen y apunta a su sien con la pistola.
-¿Juicio? ¿De verdad pensabas que me iba a dejar atrapar como un corderito? Bien, chicos. Esto es lo que vamos a hacer, la señorita y yo nos vamos a ir y cuando yo este a una distancia que considere segura, la soltaré. Todos hemos visto películas, así que sabéis como funciona. Si alguien nos sigue, si veo algo raro, bla, bla, bla, bla, la chica muere.
-Más vale que me mates, puta, porque cuando me sueltes pienso acabar contigo –escupe Helen.
-¡Venga! Si yo pensaba que ya éramos amigas.
Celine empieza a retroceder, arrastrando con ella a Helen. Pero algo puntiagudo le pincha en la espalda. Antes de girarse ya sabe lo que es.
- Suéltala.
La voz de Peter es más fría y cortante que la propia hoja de Tadeusz que le pincha en la espalda. Suelta a Helen, quien se separa con furia y se vuelve a lanzar contra ella, pero levanta la pistola y a apunta a la frente.
-Quieta, fiera –dice Celine sonriendo con tristeza-. O no me iré sola.
En ese momento varias decenas de armas apuntan a Celine. Peter aparta la espada, se pone delante de ella y sube la hoja hasta el cuello de la mujer.
-Tira el arma.
Celine obedece. El aire casi se detiene, nadie habla y si se escuchara detenidamente podría oírse el latido  de los corazones.
-¿A qué esperas? Mátala –dice Helen.
-Es tu venganza, amigo –dice Johnnie-. La tienes delante. Es lo que esperabas.
Peter no mira a nadie. Solo mira al cielo, con una sonrisa melancólica en el rostro. Como si estuviera lejos de allí. Y la verdad es que le encantaría estar muy lejos de allí. Mira a Celine y se da cuenta de que la belleza del rostro y los ojos de es dríade moderna podrían hechizarle de nuevo. Pero ahora él es más fuerte. Ahora es distinto. La espada pesa en la mano. Pero es un peso extrañamente reconfortante. Vuelve a sonreír. Baja la espada.
-Vete. No quiero volver a verte. No vuelvas a cruzarte en mi camino ni en el de ninguno de mis amigos. Vete tan lejos como puedas.
-¿Estás loco? No podrás volver a mirar por encima del hombro. Si no la matas tú la mataré yo –dice Helen echando mano del cuchillo.
Peter, sin mirarla, levanta la hoja de Tadeusz y apunta a la cara de Helen, que se detiene al momento. Johnnie da un paso adelante pero Bridge le agarra del brazo. Celine, le tira un beso a Peter y aprovecha el momento para salir corriendo. Peter mira con extrañeza a Helen y baja la espada. Se acerca a la chica y le da un beso en la frente.
- Lo siento. Pero la venganza te seca. La venganza me ha convertido en el ser triste, solitario y oscuro que soy ahora. Así que veámonos de este vertedero y pillémonos una buena. 

jueves, 25 de noviembre de 2010

La invasión de los girasoles mutantes


Episodio 27: Un nuevo amanecer
Francis Connor se toma un momento para contemplar los primeros rayos del amanecer, la avanzadilla liviana de la marea de luz que pronto iluminará las calles. Prefiere concentrase en las hordas de engendros que se lanzan sin descanso contra la fachada del edificio donde están parapetados, porque sabe lo que va a encontrar si mira a los ojos de sus hombres, e incluso a los de los Nephilim, porque sabe perfectamente que es lo que va a ver, cansancio, tristeza y desesperación. Lo mismo que verá cualquiera de sus hombres si mira a su propio rostro. Sin embargo, los girasoles y sus retoños zombis no cesan en sus acometidas contra el edificio. No sabe cuanto tiempo pueden lanzar los Nephilim sus bolas de fuego, pero lo que si sabe es que las municiones de sus hombres empiezan a acabarse. Pero ahora solo tiene tiempo de preocuparse en disparar, no para evaluar futuras eventualidades. El presente, la realidad, ahora mismo solo tiene el peso de su gatillo. Pero le duele el dedo, le duele el brazo, el hombro, la espalda y las piernas. Lo que es peor es que a sus enemigos no parece dolerles nada, ni las heridas, ni las inmensas bajas que estaban sufriendo. Un enemigo sin sentimientos, sin conciencia, sin dolor, solo con ansia asesina y ganas de destruirlos. Los girasoles dan inmensos saltos de casi dos metros tratando de encaramarse a las ventanas y terrazas del primer piso, aun no llegan, pero con la montaña de cadáveres que se está formando junto a la fachada, sabe que muy pronto empezarán a encaramarse y ese será el principio del fin. Pero tampoco tiene mucho tiempo para penar en eso, un girasol salta muy cerca de él gritando como una bestia y le dispara dos veces en la cara. No se alegra por el enemigo caído, solo piensa, “dos balas menos”.

Celine es más alta y es trabajoso tirar de ella. Arrastrarse por los pasillos de la fortaleza de la Corporación le parece algo surrealista. No entiende por que no deja a esa maldita arpía tirada en un pasillo, o mejor aun, por que no la ensarta con el cuchillo que aun le cuelga de la cadera. Pero supone que si alguien debe matarla ese debe ser Peter, es quién mas cuentas pendientes tiene con ella. No conoce a ese extraño hombre demasiado, pero está casi segura de que si se ha molestado en pedirle que la salvara es para que nadie le quiete el placer de acabar con ella con sus propias manos. Así que tira de Celine a través de pasillos que no tiene muy claro donde van.
- No puedes conmigo, déjame. Sabes que yo lo haría –le dice Celine, como si pudiera leerle los pensamientos.
- Cállate. A diferencia de ti, a mi aun me queda palabra. Lo que podías hacer es tratar de andar por ti misma, o arrastrarte un poco más deprisa. Tienes el culo muy pesado, guapa.
- ¿Palabra? ¿Mantienes tu palabra con Peter? Él te arrancaría la piel sin pensarlo si te interpusieras en su camino. No le conocéis como yo.
- Solo sé que cruzó el país para ayudar a Johnnie a encontrarme y que nos salvó a las dos ahí dentro. Para mi es suficiente.
- Hasta un tigre puede darte un lametazo de vez en cuando.
Helen no quiere seguir hablando. Siente que cada palabra de esa mujer va impregnada de veneno, así que sigue andando. Giran una esquina y tienen que detenerse. Cuatro girazombis dan buena cuenta del cadáver de uno de los guardias de la corporación. No hace ningún ruido, ni cruza palabra alguna con Celine. La deja sentada en el suelo y saca el cuchillo de la funda. Una patada voladora manda al primer zombi un par de metros lejos de ella, al tiempo que clava el cuchillo, sacándolo rápidamente, en la base del cráneo de uno de los zombis. Otro se lanza contra ella, pero el cuchillo es más rápido y corta la garganta hasta que suena el sonido seco de la columna de zombi partiéndose. No le hace falta verlo, sabe que tiene otro detrás, así que gira sobre si misma y le empuja contra la pared, al mismo tiempo que apuñala, una y otra vez, donde puede, donde encuentra. La hoja se clava mientras el zombi grita de rabia, sin disminuir su furor, hasta que ella clava el cuchillo en la sien del monstruo y siente su peso desplomarse contra el suelo. Es solo un segundo, pero se da cuenta de que ha olvidado al zombi que derribó en primer lugar. Cuando se gira ve al monstruo lanzarse contra ella y escucha un disparo que lo detiene justo en el aire. Se da la vuelta despacio. Allí está. Le cuesta mantenerse en pie, es evidente, pero allí está Celine sujetando con mano temblorosa un arma que Helen supone le ha arrebatado al guardia muerto.
-Hazlo rápido –dice Helen-. Así me sentiré menos estúpida por no haberte liquidado cuando tuve la ocasión.
Celine sonríe con dificultad. A Helen no le cabe duda de que el dolor recorre todo el cuerpo de la chica.
- No voy a matarte –dice Celine-. Pero no te confundas, esto no es un buen gesto por mi parte, es solo que tendremos más posibilidades de salir de aquí juntas. Pero, te lo advierto. Si cuando salgamos de aquí tratas de detenerme no lo dudaré ni un segundo.
- No me cabe duda.
- Pues bien, coge tu cuchillo. Este juguete me lo quedo yo.

Jeremmiah ríe a carcajada limpia. Bridge sigue inconsciente y Johnnie se siente un poco superado. No sabe donde ha aprendido a luchar aquel maldito alfeñique de aspecto delgado y quebradizo, pero el caso es que no consigue encontrar ni un punto débil en su defensa. Le duele todo el cuerpo de los golpes recibidos y no ha conseguido ni asestarle un maldito puñetazo a ese mamón sonriente.
- Deja de reírte, cabrón. Te voy a borrar esa sonrisa de la cara –dice, aunque ni siquiera él se cree sus palabras.
- ¿De veras? Estoy deseando ver como lo intentas. ¡Ah! Perdona, que esos patéticos intentos de golpearme eran tus intentos –dice entre carcajadas-. Siento no haberlos reconocido como una verdadera amenaza.
Walker hierve por dentro de furia. No puede ser, se niega a creerlo, se niega a aceptarlo. Ha sobrevivido a ejércitos de hombres, girasoles y zombis, a monstruos gigantescos. No puede ser que todo vaya a acabar en manos de aquel tipo. Grita y se lanza contra el Líder con furia ciega, pero no sabe muy bien como, un segundo después está volando por los aires. Choca contra una mesa del laboratorio y rompe en mil pedazos tubos de ensayo y recipientes de cristal varios. Cuando cae al suelo, por un segundo, siente la necesidad de quedarse allí tumbado y que el dolor le cubra con cuidado como un manta. Quedarse tranquilo y que la inconsciencia se le lleve a algún lugar mejor, lejos de guerras, de monstruos y de universos destruidos. Pero es solo un segundo. Un destello llama su atención. La luz de la sala está reflejándose en algo metálico. Tiene la vista algo nublada por el golpe, así que arrastra la mano entre los cristales rotos hacia el destello. Su mano toca algo metálico y pequeño. Es algo afilado que le hace un pequeño corte en la mano. Es un bisturí. Se agarra a él como si fuera la última arma del mundo, el arma definitiva.
-Vamos, chico, no te duermas todavía, aún no hemos acabado de divertirnos.
Siente como el Líder se acerca a él. Sabe que le cree derrotado, que le cree indefenso y que viene sobrado de confianza y con la guardia baja. Si tiene alguna mínima oportunidad, es en ese momento. No tendrá otra. Jeremmiah se acerca, riendo, empuja con la pierna para darle la vuelta. Ahí, ese es el momento, Johnnie se gira todo lo rápido que su maltrecho cuerpo le permite y corta. Una vez, a la altura del gemelo y otra, estirando el brazo, a la altura del muslo. El líder chilla de dolor y retrocede. Él se levanta, lanza otra cuchillada que llega al tocar la mejilla de Jeremmiah. Johnnie se lanza ya con todo lo que le queda, pero su adversario ya ha reaccionado y todos sus ataques son parados o esquivados, aunque nota que su enemigo se mueve con más dificultad, así que sigue lanzando ataques con el bisturí con furia ciega. Hasta que en uno de esos ataques, el Líder le vuelve a hacer una llave que le lanza otra vez por los aires. Cae al suelo y siente como si todo su cuerpo se rompiera de repente, pero guarda fuerzas para sujetar el bisturí, para no dejarlo caer. Se incorpora con dificultad y ve al Líder cojeando, sangrando con profusión por las dos heridas de la pierna. La del rostro parece más superficial.
-Sucia rata –dice.
-Ya no te ríes, ¿eh? –dice Johnnie, haciendo un esfuerzo para reírse él.
-Voy a disfrutar arrancándote las tripas.
-Aquí me tienes, chico de los girasoles.

Una fuerte explosión de energía, psíquica y angélica, y los dos contendientes salen disparados. Xavier choca contra una pared, cayendo pesadamente al suelo, y Peter resbala varios metros por el suelo. Ambos vacilan un segundo en levantarse. A pesar de sus respectivos poderes, el dolor empieza a atenazar los cuerpos de los dos guerreros.
- Tanto potencial –dice Xavier mientras se levanta-, tanta fuerza desaprovechada. Muchacho, es una locura. Es selección natural, ¿no te das cuenta?, alguien con tus poderes está destinado a hacer cosas increíbles.
- Yo, a diferencia de ti, no pedí nada d esto, sonrisas. Creí que ya te habrías dado cuenta de que no me interesan el poder, ni el dinero, ni la historia. Solo quiero un rincón tranquilo en el que poder emborracharme sin que ninguna de las monstruosidades que habéis lanzado al mundo me joda el día.
- Cada vez me pareces más despreciable por tu estrechez de miras. Eres un enano mental.
-Prefiero eso que ser un enano emocional.
Nada más acabar la frase lanza una bola de fuego angélico. Xavier levanta las manos y la bola estrella contra el muro psíquico que levanta el hombre. Acto seguido con un gesto de la mano lanza a Peter por los aires, pero el Nephilim abre las alas y consigue mantener la postura a unos centímetros del suelo.
A Xavier le enfurece y empieza lanzar ataques con todo su poder. Consigue desestabilizar el vuelo de Peter, consiguiendo atraparlo contra una de las paredes. Peter se siente inmóvil, esta vez la fuerza es más poderosa, está claro que Xavier esta usando todo el poder que le queda dentro, y es mucho. Xavier empieza a golpearle en el rostro, en el estómago, y el dolor no le deja pensar, no le deja usar sus propios poderes para liberarse. Xavier detiene la hondonada de golpes. Se aleja. Él hace un esfuerzo y nota que va recuperando el control de sus extremidades. Pero algo le distrae. Xavier se agacha a coger algo del suelo, un objeto alargado, pesado. Tadeusz parece brillar enfadada en manos de un extraño. Xavier se le acerca y  se queda a un par de metros de él. 
- Una divertida ironía, que tu fiel acero sea el que sigue tu vida.
Se lanza contra él. Pero Peter siente el alma del acero que le llama, le reclama como su legítimo dueño. Peter levanta el brazo derecho y la espada vuela de la mano de Xavier hasta la suya. Cuando el general quiere reaccionar, la hoja de Tadeusz le atraviesa. Se queda muy quieto y Peter siente que las fuerzas psíquicas de Xavier le sueltan. Los ojos azules de su oponente están muy abiertos, como si no entendiera bien lo que está pasando. Sin inmutarse demasiado, Peter saca la hoja del cuerpo de Xavier y lo decapita.

martes, 16 de noviembre de 2010

La invasión de los girasoles mutantes.


Episodio 26: un nuevo infierno para nuevos héroes
A Johhnie le cuesta teclear en el ordenador. Los nervios, el cansancio y el miedo le juegan malas pasadas. Bridge cubre el pasillo por el que han entrado y no está, ni mucho menos, menos nervioso y asustado que su amigo. Están solos, adentrándose en la boca del lobo y con, nada menos, que todo el peso del mundo sobre sus espaldas. Las rodillas empiezan a fallarles.
- Date prisa, chico.
- Hago lo que puedo, Bridge. Los códigos de este ordenador son más complicados.
-Supongo que eso es porque nos estamos acercando.
-Sí, el problema es que nos sabemos a qué.
La puerta hace una serie de ruidos mecánicos y por fin se abre. Johnnie guarda el ordenador en la mochila y se queda mirando el interior de la sala que les acaba de ser revelada.
- La puerta del infierno –dice Bridge.
Ante ellos, una oscuridad absoluta que es rota brevemente por el destello de tanques de cristal en los que flotan suspendidos en líquidos criaturas aberrantes. Es un espectáculo de pesadilla que los dos compañeros contemplan estupefactos. La luz de las urnas se enciende y se paga en un leve segundo dejando entrever, aquí y allá, imágenes de pesadilla. Hay luces que se ven muy lejanas, lo que unido a la oscuridad reinante, hace que sea imposible hacerse una idea de las dimensiones de la sala, pero parecen ser enormes.
-Da igual lo que nos espera ahí dentro, amigo –dice Johnnie-, no hemos llegado hasta aquí para quedarnos en la puerta.
-Amén –contesta Bridge, al tiempo que saca un tubo fluorescente, lo agita y empieza a emitir una leve luz verde –. No es mucho pero siempre será mejor que nada.
Comienzan a andar y Bridge no puede menos que pensar que son unos modernos Dantes adentrándose en el infierno. El baile de tanques que se encienden y se apagan es terrible, pues dejan destellos de pesadillas que no duran más que un segundo y que mezclados con la luz verde de la linterna de Bridge hacen que todo aquello se transforme en un paisaje de auténtica locura. Un paso tras otro al borde del infierno con un destino completamente desconocido.
- ¿Sabemos a dónde vamos? –pregunta Bridge.
- Hacia delante, supongo.
- Eso no suena muy halagüeño.
- Mira donde estamos, nada me sonaría demasiado halagüeño.
Siguen avanzando en la oscuridad. Un tanque se enciende brevemente y los dos amigos prefieren no mirar la aberración que flota en su interior y que se deja ver unos segundos. Es extraño el pensar que la oscuridad es más alentadora y acogedora que los breves destellos de luz, que parecen abrir puertas a una dimensión de pesadilla. Bridge piensa que espera que ninguna de esas puertas se quede abierta demasiado tiempo para que nada pueda colarse. Pero no tiene tiempo para pensar mucho más. Un ruido a sus espaldas llama su atención. Va decirle algo a Walker, pero el chico ya se ha girado con el arma apuntando en la dirección del ruido. Pronto el sonido también se repite a su alrededor y a sus espaldas.
- ¿Qué coño es eso, Johnnie?
- Nada bueno, supongo. Nada bueno, amigo.
-Arrojemos un poco de luz.
Bridge saca otra lámpara LED de la mochila y la agita hasta que empieza a emitir la misma luz que la verde que la que lleva en la mano y la lanza hasta la fuente del ruido. La luz verde vuela a través de la oscuridad y cae al suelo, justo en medio de una multitud de girazombis que les están mirando directamente a  ellos, con las manos crispadas y las bocas babeantes abriéndose y cerrándose como si se relamieran.  
El ruido empieza a rodearles.
- Están por todas partes, Bridge.
- Lo sé, no se lo que hay al otro lado de esta maldita habitación, pero creo que debemos descubrirlo cuanto antes. Yo me encargo de la vanguardia, tú de la retaguardia y los flancos.
-Hecho. A la de tres. Uno, dos y…
No puede acabar la cuenta, los girazombis se lanzan contra ellos en medio de unos terribles chillidos que empiezan a sonar a sus lados y delante de ellos. Comienzan a correr y disparar a ciegas. Ahora si que los nervios les presionan en la sien y aprietan los dientes mientras corren y disparan de manera frenética, sin poder pensar, sin poder decidir una dirección. Hay algo de hipnótico en el baile de luces. Los fogonazos de las armas permiten ver fugaces escenas de girazombis lanzándose contra ellos de manera asesina, así como tanques que estallan en mil pedazos dejando que sus horribles contenidos caigan al suelo, junto con el líquido en el que están suspendidos. La oscuridad parece infinita y las armas se recalientan, ninguno de los dos quiere pensar cuanta munición les queda.

Jacob tiene una fea herida en la frente, pero eso no impide que, en lo alto de las escaleras del primer piso de un edificio seriamente tocado por la batalla, lance bolas de fuego angélico contra los girasoles y girazombis que tratan de escalarlas. A su lado, Francis Connor dispara su arma, eligiendo cuidadosamente sus blancos, haciendo gala de su instrucción militar. Ninguno de los dos quiere pensar en como ha cambiado la batalla. Después de poner en fuga a las tropas de la Corporación, han visto que éstas no eran la única arma, ni tan siquiera la más terrible. En la última hora, hordas y hordas de girasoles y girazombis se han lanzado contra ellos. Su furia es ciega y nunca retroceden, pues no tienen miedo a morir. Quizás no tengan miedo a nada, pero lo que es seguro es que su empuje es febril y han hecho que las tropas aliadas y los Nephilim se atrincheren en un maltrecho edifico. Fuera, millares de engendros furiosos se agolpan en plaza queriendo entrar en el edificio y destruir a sus enemigos. Desde las ventanas, Nephilim y tropas escupen fuego, pero eso no parece amedrentar a las hordas enemigas.
 - Jacob –Francis levanta la voz en medio del estruendo de gritos y explosiones-. Retrocede, hay que destruir estas escaleras, eso les frenará
- También nos encerrará aquí dentro.
- Muchacho, si nuestros amigos no tienen éxito, solo podréis salir de aquí los que tenéis alas.
Mientras habla saca un montón de granadas y las ata con un cable. Luego les quita la anilla a una cuantas y las lanza escaleras abajo. Apenas tiene tiempo de tirarse al suelo y la explosión lo llena de todo de cascotes y humo. Durante unos segundos, los oídos de Jacob y Francis quedan sordos a todos los sonidos de la batalla que son sustituidos por un profundo pitido. Jacob se incorpora, ayuda a levantarse a Francis y suben al segundo piso, donde el resto de las tropas y los Nephilim tratan de contener la marea de seres que empiezan a intentar escalar la fachada de edificio.
- ¿Es que nada detiene a esos hijos de puta? –dice Francis.
- Bueno, espero que para detenerlos no quieras demoler el edificio -dice Jacob sonriendo, y vuelve a lanzar bolas de fuego contra los zombis y girasoles.
-Bueno, no descartemos nada –responde Connor, devolviendo la sonrisa y haciendo que su arma vuelva a cantar.
- Estoy limpio, Johnnie –dice Bridge soltando la escopeta-. Solo me quedan los cargadores de dos pistolas.
- Pues intenta que cada disparo cuente, amigo.
Siguen avanzando y disparando en medio de la oscuridad y parece que los girazombis nunca reducen su numero y su ímpetu a la hora de atacarlos.  Por fin llegan hasta el final de la sala, pero otra puerta cerrada les impide el paso. Johnnie le lanza el arma a Bridge que falla al cogerla  y se agacha como una centella a recogerla del suelo.
- Cúbreme –dice Walker, rebuscando en la mochila-.
- Johnnie, no tenemos tiempo para que trates de piratear la puerta.
Pero Johnnie no saca el ordenador de la mochila. Saca una carga explosiva de C-4 que pega en la puerta. Aprieta un botón y sale corriendo agarrando a Bridge. Justo cuando hace que los dos se tiren al suelo detrás de un tanque, la explosión lo llena todo. Están cubiertos de cristales y del líquido que contenía el tanque. En la oscuridad pueden intuir el cuerpo del engendro que flotaba dentro de él, pero prefieren no mirarlo.
Se acercan a la puerta, que está hecha pedazos. Por el suelo, cascotes ardiendo y cuerpos de zombis también ardiendo, que se retuercen de dolor.
- Esta puerta era menos maciza –dice Johnnie-. Es evidente que jamás pensaron que ningún intruso llegara nunca tan lejos.
- La próxima vez avisa antes de intentar volarnos por los aires, chico.
- Te mandaré un fax, si te parece –contesta Johnnie-. Venga, sigamos.
La puerta da a una escalera que desciende. Aunque no saben a dónde se dirige, pero al menos está alumbrada por luces de emergencia. Dejar la oscuridad atrás era una buena novedad. Después de bajar una altura de tres pisos, llegan a otra puerta, pero ésta está abierta y la estancia con la que comunica está bien iluminada. Es una especie de laboratorio y en medio de la sala hay un hombre. Un pequeño bigote al estilo de Hitler corona una pérfida sonrisa. Mientras sonríe, aplaude de manera sonora. Johnnie y Bridge entran en la sala apuntando al Líder, que no parece inmutarse por la amenaza de las armas, a pesar de que parece estar desarmado.
- Enhorabuena, queridos amigos. La verdad es que jamás hubiera apostado a que llegaríais tan lejos.
-Sin embargo aquí estamos, hijo de puta –dice Bridge.
-Sí, pero mira –mientras habla saca del bolsillo una especia de mando a distancia con un botón rojo-. Aquí está lo que buscáis, niños. Basta con pulsar este botoncito y todas mis hermosas criaturas desaparecerán. El problema es –dice guardando el mando a distancia en el bolsillo- que nunca llegaréis a poner vuestras sucias manos en él.
Antes de que puedan entender lo que pasa, el Líder, con la velocidad de un rayo, se lanza contra ellos. Primero una patada y el arma de Bridge sale volando, luego un codazo en el pecho de éste que le lanza contra la pared. Se golpea la cabeza y queda sin sentido en el suelo. Walker consigue disparar una vez, pero tarde. Inmediatamente después de dejar sin sentido a Bridge, otra patada lanzada a la rodilla de Johnnie le lanza al suelo y hace que sus disparos se estrellen en el techo.
- Bien, niños. Vamos a jugar un rato dice el Líder, riendo sin parar.

Peter cae de rodillas. Con sus poderes, Xavier le postra en el suelo y una hondonada de dolor le recorre el cuerpo. Con el rabillo del ojo localiza a su fiel espada, en ese momento un inerte y frío trozo de metal lejos de su alcance. Piensa lo inútil que es la más poderosa de las espadas si no tiene aunque sea el más débil de los brazos para empuñarla.
-Es triste ver un arma, un ser único como tú, a punto de ser destruido.
- No cantes victoria tan fácilmente, sonrisas. No es de buen jugador –responde con dificultad Peter.
-Yo no soy un jugador, muchacho ¿Aun no te has dado cuenta? Yo soy un ganador. Hace un gesto con la mano y Peter sale disparado contra la pared. Intenta moverse, pero los poderes de Xavier son como un puño de hierro que aprieta todo su cuerpo. Intenta concentrarse, pero el dolor no le deja.
-Todo este sufrimiento –dice Xavier-. ¿Por qué? Por un absurdo idealismo, por un estéril sentimentalismo. Quieres ser normal, pero nunca lo serás. Puede que ellos no lo vean, pero yo si veo al monstruo que hay dentro de ti. Y tú también lo ves, solo que quieres darle la espalda.
-Sin embargo tú abrazaste a tu monstruo hace tiempo, ¿eh, sonrisas?
-No te das cuenta, pero es muy fina la línea que separa al monstruo del dios.
Peter no quiere escucharle. Siente que su humanidad es lo poco decente que le queda a lo que puede agarrarse. Aunque sabe que no será su humanidad lo que le saque de aquel lío. Es la otra parte. Esa parte oscura que yace en su interior como un animalillo asustado. La parte Nephilim. Esa parte que es una animalillo asustado pero, al mismo tiempo, es también un animal peligroso acorralado. Un pequeño fuego empieza a arder en su interior. Un fuego que le quema por dentro y antes de que pueda entender por qué, consigue levantar su mano derecha y lanzar una ráfaga de fuego angélico contra Xavier, que le lanza al otro lado de la habitación.
El General se levanta y limpia un fino hilo de sangre que corre por la comisura de sus labios.
- Vaya –dice-, por fin empiezas a despertar. Veamos de qué es capaz un Nephilim.

lunes, 11 de octubre de 2010

La invasión de de los girasoles mutantes

Episodio 25: La importancia de las cosas bellas
Están en una habitación enorme pero completamente vacía, con una pantalla de proyecciones al fondo. Helen flota en el aire, mientras gime de dolor. En el centro de la sala hay un hombre rubio, de ojos azules y una grande y siniestra sonrisa. Detrás de él, al fondo de la sala, está Celine.
- Por fin ha llegado mi invitado estrella. Sabía que no podrías rechazar mi invitación –dice el general Xavier.
Mira a Helen y ésta cae al suelo. Peter corre hacia ella y la ayuda a levantarse, la lleva contra la pared y deja que la chica se siente.
- ¿Estás bien? –pregunta Peter y Helen asiente con una sonrisa forzada por el dolor.
- ¿Qué quieres de mí? –Le pregunta a Xavier, desenvainando a Tadeusz.
-Te quiero a ti. Al más poderoso de los Nephilim. Me apena ver que malgastas tu poder y tu valía con esta gentuza. Tú y yo podemos hacer grandes cosas juntos. Nadie, ni siquiera el Líder de la corporación, ni la iglesia, nadie podría hacernos frente.
- No tengo ni idea de que estás hablando, sonrisas. Pero si no vas a dejarnos salir vas a tener que impedirme el paso. ¿Estás listo?
-No seas obtuso, querido mío. Llevas dando tumbos varios años en pos de esa muchacha, pero cuando ganéis, si ganáis, ella y tu amigo se irán y tú volverás a estar solo en el camino otra vez. Si perdéis, ni siquiera habrás sido capaz de vengarte de tu querida Celine. Yo te ofrezco algo grande. Te ofrezco que pongamos el mundo nuestros pies. Te ofrezco que nos convirtamos en dioses.
-¿Para qué quiero ser un dios, si la mitad del tiempo no soporto ni ser humano?
-Pues precisamente por eso, querido. Para dejar atrás de una vez por todas toda la mierda que el mundo te ha escupido a la cara. Para darle su merecido y torcerlo a tu voluntad.
Xavier hace un gesto con su mano y Celine empieza a flotar en el aire y acercarse a él. La chica grita de dolor mientras un fino hilo de sangre corre por su nariz rostro abajo. Por fin, Xavier hace que la chica se detenga solo a unos centímetros de Peter.
-Es mi regalo para mostrarte mi buena voluntad. La causante de todo tu dolor retorciéndose a tus pies. Indefensa como un corderito esperando que hagas justicia.
-Peter, no le escuches –dice Helen, su voz es débil y entrecortada-. Él no tiene corazón, pero tú sí, no estás solo.
¿Corazón?, piensa Peter, ¿dónde está el mío? ¿Dónde está el corazón del Doctor Spawlding? Durante mucho tiempo se ha esforzado por mantener a Peter Connor muerto y enterrado. Pero ahora es él mismo. Escucha las palabras de Helen, pero su mente está lejos, observando con gozo el sufrimiento de la mujer que una vez amó por encima de todo. Empieza a plantearse que el mundo no le ha dado nada. De pronto no sabe muy bien por quién esta luchando. ¿Por sus amigos?, se da cuenta de que no podría decir cuantos de los que llama amigos le conocen de veras. ¿Por la liberta? ¿por la gente?. Al fin y al cabo es gente la que le ha hecho al mundo todas las atrocidades de los últimos años. Quién dice que los rebeldes con los que lucha no obrarán igual o peor que la Corporación. Está vacío. Se siente vacío por dentro y lo único que le llena en ese momento es el rencor hacia Celine, que ha sido su combustible los últimos años. ¿Sería tan malo coger las riendas? Celine gime de dolor y Helen trata de levantarse. Siente el peso de la espada en la mano y la mira como con extrañeza, como si no recordara como ha llegado hasta su mano.
- Hazlo –le dice Xavier sin parar de sonreír-. Hazlo y cumple tu destino. Véngate y únete a mi.
Peter levanta la espada. Helen le grita algo, pero su voz parece estar muy lejos.


El pasillo está bloqueado por girasoles y el sonido de las armas golpea con violencia las paredes. Olor a pólvora y gritos. La adrenalina en dosis mortales y el calor de los cañones palpable en la cara. Los girasoles no parecen amedrentarse a pesar del fuego riguroso al que Bridge, Martin y Johnnie les están sometiendo. Johnnie piensa, aunque sabe, o eso cree, que es imposible, que parece que esas bestias inmundas están atacándoles a la desesperada, sabiendo que está en juego su existencia. Disparan desde una barricada que han improvisado con muebles y armarios archivadores que han encontrado en las estancias desiertas que se abren a los lados del pasillo. El suelo empieza a llenarse de casquillos y, aunque ninguno lo piensa, saben que la munición no es infinita.
- ¡Tenemos que hacer algo! –grita Martin alzando la voz por encima del estruendo de las armas y de los chillidos de los girasoles- Nos vamos a quedar sin munición.
Walker trata de evaluar con rapidez todas sus opciones. No son muchas, y no es fácil pensar mientras quemas munición. Pero una idea empieza a fraguarse en su mente. Encima de los girasoles, una ventana de cristal que comunica con una oficina. No lo piensa, dispara al ventanuco y los cristales caen encima de las furiosas criaturas mutantes. Sin decir ni una palabra, Johnnie salta por encima de la improvisada barricada y se lanza contra las criaturas al grito de, ¡echaros al suelo!
Sus dos camaradas no entienden muy bien lo que está pasando, solo pueden asistir atónitos a la escena que sucede delante de sus ojos. Walker se lanza contra las criaturas, que por un segundo no entienden muy bien lo que está pasando y es justo ese segundo de despiste el que Johnnie necesita. Salta, como no ha saltado en su vida, los girasoles extienden sus brazos hacia él tratando de agarrarlo, pero el chico es más rápido. Apoya el pie en la cabeza de una de las criaturas y, utilizándola como trampolín, se lanza hacia la ventana, dejando caer en su vuelo un par de granadas con la anilla quitada. Se agarra el borde del ventanuco y se encarama dentro dejándose caer al otro lado. A Bridge y a Martin apenas les da tiempo para ver caer las bombas y tirarse al suelo al tiempo que el estruendo y la sacudida de la explosión hacen que todo se detenga por unos instantes. El pitido de los oídos es todo lo que oyen. Sobre ellos tienen los restos de muebles y archivadores que la explosión les ha lanzado encima. Se quitan de encima todos los restos y se levantan trabajosamente, con el cuerpo dolorido por la sacudida de la explosión y cuando el pitido se va mitigando, se dan cuanta que los gritos de los girasoles han cesado. Solo se oyen alguno s gorgoteos de algunas de las criaturas moribundas. La puerta del despacho se abre y por ella sale Johnnie, sacudiéndose de la ropa el polvo que la explosión ha arrancado de paredes y techo.
-¡Eres el mayor chiflado que he tenido el disgusto de cruzarme! –dice Martin.
-No sabía que eras mi madre, Martin.
-Estás loco, chico. Martin tiene razón, podíamos haber volado todos por los aires.
-Pero no lo hemos hecho, Bridge. Estábamos atrapados y necesitábamos algo inesperado, además, ¿no habéis aprendido nada de Doc?, dejad ya de preocuparos, estamos todos muertos. Eso nos da ventaja.
Comienza a andar con Bridge y Martin detrás. Pasan por encima de los restos de los girasoles, aplastándolos con las botas, produciendo un sonido que pone los pelos de punta. Algo se mueve. Martin va el ultimo y por le rabillo del ojo, Bridge ve algo aunque se mueve lentamente detrás de su amigo. Se gira con toda la rapidez de que es capaz, justo para ver un girasol moribundo ponerse en pie tabaleándose de arriba a bajo. Le quedan pocas fuerzas, pero Bridge sabe de sorba en que las va a gastar aquella maldita acosa. Bridge grita, Martin se gira, pero aquello solo sirve para facilitarle las cosas al girasol que, justo un segundo antes de que Bridge le vuele la cabeza con la escopeta, lanza una hondonada de pipas a la cara del Martin, que cae el suelo con las manos en el rostro y chillando de dolor. Johnnie y Bridge se quedan inmóviles, mientras su amigo se retuerce de dolor en el suelo, incapaces de reaccionar. Los gritos son cada vez menos humanos y los dos lo saben, saben de sobra lo que te pasa cuando un girasol te clava las pipas. Martin va dejando poco a poco de gritar, se va calmando mientras respira con cierta dificultad, emitiendo unos extraños ruidos. Por fin levanta la cabeza y mira a sus amigos. Pero no son los ojos de Martin los que miran, son los ojos amarillentos de un girazombi en los que solo puede leerse odio y rabia. Está claro que él ya no les reconoce. Les grita, soltando esputos y sangre por la boca.
-Lo siento, viejo amigo, de veras que lo siento –dice Bridge disparando contra el que una vez fue su amigo.

El dolor es lo único que siente dentro de sí. El dolor que arrastra odio. Mira a la mujer que una vez amó, como se debate entre terribles dolores suspendida en el suelo por los poderes de Xavier. Y solo puede pensar que quiere más. Más dolor, el mismo dolor que le ha consumido a él durante los últimos años. Lo tiene al alcance y el fuego que va creciendo en su interior le va devorando. No se acuerda ni del mundo, ni de los girasoles, ni de sus amigos. La voz de Helen le llega muy lejos. Mira a la chica que llora devorada por el dolor. Los dos mechones que se escapan de su coleta se le pegan a la cara por el sudor. De pronto se da cuenta de que es él quien le produce ese dolor, usando alguna extraña fuerza que emana de su interior y que desconocía. Cierra el puño y nota como el dolor de la chica aumenta.
-Peter, por favor, no le escuches –dice Helen con la voz entrecortada-. Tú no eres un monstruo como él.
-¿Y cómo lo sabes? No me conoces.
-Puedo verlo en tus ojos. Veo lo que hay en ellos. No dejes que te devore el odio.
-No pierdas el tiempo con esas sensiblerías ñoñas, Peter –dice Xavier-, no le hagas caso. Tú y yo estamos por encima de eso. Toma todo lo que siempre has querido.
Peter mira a los ojos de Celine, y sigue sin ver en ellos un atisbo de que vaya a pedir piedad, solo esa mirada distante y fría, demoledora. Una nueva ola de dolor y odio y siente que el mundo podría dejar de existir, y eso no estaría nada mal. Helen siente como el dolor va en aumento y siente que si no hace algo, Peter acabará matándola. Pero le cuesta moverse, el dolor le atenza y casi ya ni puede hablar. Un último gesto agónico, estira el brazo y es casi como si se le estuvieran rompiendo los músculos. Estira el brazo y coge la mano de él, la aprieta y cierra los ojos.
El tacto de la chica es tibio, como el de una sabana suave. Es algo real, cercano, que hacer que el mundo vuelva entrar dentro de la mente de Peter. Mira a Helen y la levanta cogiéndola del cuello y estrellándola contra la pared. Xavier ríe triunfal y Helen abre mucho los ojos, aterrorizada. Los abre tanto que Peter se ve en ellos mientras cierra la presa sobre el cuello fino y esbelto de la chica, que empieza a boquear por la falta de oxigeno. Ahí está él, con los ojos grises ardiendo. ¿Quién es él realmente? No lo sabe, se da cuenta que en los últimos año se ha perdido a si mismo, al hombre que fue una vez. ¿Es eso todo lo que queda de él? ¿Ese monstruo despiadado? Sigue apretando la presa y los ojos de Helen brillan por las lágrimas. La otra mano aferra con fuerza la empuñadura de Tadeusz. En ese momento piensa que la chica es hermosa. No sabe por qué, pero piensa que su cara es hermosa y, de pronto, sus manos le parecen feas y vulgares tratando de destruir algo tan bello. Deja de apretar. Quizás un hombre solo se convierte en monstruo cuando deja de apreciar las cosas bellas del mundo, cuando deja de emocionarse por ellas. Suelta la presión del cuello de la chica y le guiña un ojo, gesto que ella no acaba bien de entender. Le acerca la boca al oído.
-¿Puedes andar? –le pregunta en voz baja.
-Sí –contesta ella débilmente, recuperando poco a poco el aliento.
-Bien, a mi señal, coge a Celine y salid de aquí.
-¿Cuál será tu señal?
Peter no contesta, solo se separa de ella y lanza la espada contra Xavier. El general esquiva la hoja en el último segundo, pero basta para romper su concentración. Celine cae al suelo y Helen la levanta y tira de ella a través de la puerta, que vuelve a cerrarse detrás de ellas.
-Eso ha sido una estupidez, querido amigo –dice Xavier.
-Me alegro. Espero no dejar de hacer nunca estupideces, si no me volveré tan estirado como tú.
-Eso es sentido del humor, supongo, No tengo. Pero si va a ser divertido luchar contigo. Aunque no has visto ni la mitad de mi poder.
-Pues veámoslo entero. Tengo ganas de echar un trago.

martes, 21 de septiembre de 2010

La invasión de los girasoles mutantes

Episodio 24: Un último viaje para Betsy
Las tropas de la Corporación, aunque no puedan creerlo empiezan a replegarse, menos las hordas de girasoles que, ciegos a cualquier sentimiento, temor u orden, siguen lanzando acometida tras acometida desde la retaguardia de los tres flancos del ejército invasor, pero el fuego de los Nephilim es realmente efectivo a la hora de frenarlos.
Mientras las tropas rebeldes salen en pos de los soldados en fuga, en el centro de la plaza tiene lugar una cumbre en la que va a decidirse la más importante de las estrategias. Johnnie y Peter, rodeados de cadáveres enemigos, esperan a que el resto de sus camaradas se reúnan con ellos. Jacob baja del cielo como un rayo, Helen llega corriendo, seguida de dos jadeantes Bridge y Martin y por último, atronando la plaza con las cadenas, el M1 de Connor, que aun sigue en pie, se para delante de ellos. La escotilla se abre y el alcalde baja de un o par de saltos.
-¿Estáis bien? –pregunta Helen a Johnnie y Peter.
- De fábula –responde Peter sonriendo.
-¿Pudrías haber sido un poco más rápido? –Responde Martin.
-¿En qué, en aparecer o en salvar vuestros culos de esa cosa enorme?
-¿Dónde diablos estabas? –le pregunta su tío, el alcalde Connor.
-Tenía que solucionar algunos problemas personales. Esto todo lo que necesitáis saber.
-¿La has…
Helen no se atreve a terminar la pregunta.
-No, eso me convertiría en lo mismo que ella.
-¿Alguien me puede explicar de qué mierdas estáis hablando?
-Basta –interviene Johnnie-, tenemos cosas mucho más importantes que discutir. Alcalde, les hemos cortado unos cuantos miembros, pero si no cortamos la cabeza hora no tendremos más oportunidades.
-Tienes toda la razón. Por esa calle está el rascacielos que sirve de cuartel general. Toda la plana mayor estará recluida allí, pero la seguridad será elevada.
-Eso no importa –dice Peter-. Sí tú y Jacob, con las tropas y los Nephilim, podéis mantener a sus ejércitos entretenidos, Johnnie, Helen los demás y yo entraremos ahí. Lo más importante es llegar a laboratorio conseguir activar el sistema de seguridad que acaba con los girasoles.
-Pues no se hable más –dice Helen-. Bridge, prepara esa vieja cafetera para un ultimo viaje.
-Ni de coña será el último viaje de Betsy –responde Bridge con una sonrisa.

El general Xavier está impaciente. La verdad es que no es un hombre especialmente ambicioso. Solo le preocupa la gloria. La batalla está perdida, pero ahí fuera, solo a unas decenas de metros. Está el guerrero más letal que existe, si se le exceptúa a él mismo, claro. Su papel siempre ha sido el de estratega, pero lo que casi nadie sabes es que fue una de los primeros éxitos científicos de la Corporación. Su poder es enorme, pero en pocas ocasiones ha tenido la ocasión de probarlo. La batalla que ha de decidir el destino del mundo empieza a importarle poco, lo único que quiere es medirse con eso Doctor Spawlding, o Peter Connor o cómo se llame. El duelo final entre dos titanes, Héctor contra Aquiles en versión moderna, la gloria definitiva. Pero Xavier no es ningún necio, así que piensa hacer todo lo posible para que él sea Aquiles. La puerta de su despacho en el bunker subterráneo bajo el rascacielos se abre y Celine entra por ella.
- ¿Quería verme, mi general?
- Sí, Celine, adelante.
-¿En que puedo ayudarle?
- Verás. Esta es una situación muy delicada y esperemos que podamos solventarla con el mayor beneficio para todos. O con el menor de los daños.
-No le entiendo, mi general.
Xavier, sin dejar de sonreír, examina la joven de arriba abajo. La verdad es que es una mujer muy hermosa, casi sentirá tener que hacerle daño. Espera que ella coopere y no tenga que estropearla mucho.
-Celine. Esto quedará entro nosotros dos. Te aseguro que no le diré nada a nuestro amado Líder, porque mi interés en este caso es estrictamente personal.
-Sigo sin comprender.
-¡No juegues conmigo, chiquilla! Mi paciencia en este momento no es muy grande. Sé que él estuvo aquí, en tu lecho. Pude sentir su presencia.
Xavier puede ver como la joven se queda sin palabras. Es normal, nadie, excepto el Líder y su Santidad saben de lo que él es capaz. Pero sus desarrollados instintos y sentidos llegan más allá de las paredes y de la distancia. Lo que Celine no sabe es que es imposible que alguien como ese Peter entrara en las dependencias de la Corporación sin que él se enterara.
- No se que a se refiere, mi general.
La respuesta de Xavier, esta vez, no se hace esperar. Con un simple gesto de la mano manda a Celine contra la pared y la deja allí, a dos palmos del suelo, pegada contra el cemento, con una oleada de punzante dolor recorriéndola de arriba abajo. La nariz de la chica empieza a sangrar mientras siente como unos siniestros dedos le clavaran las yemas justo en el cerebro.
-Esto no tiene porque ser doloroso, hija mía. No me importa lo que hicieras con él. Solo quiero que me des alguna información.
Celine intenta hablar pero le cuesta, así que Xavier suelta un poco el puño de hierro psíquico con el que atenaza a la chica.
-Yo no se nada, señor. Me sorprendió tanto como a usted verle, tenía que estar muerto.
Xavier vuelve a cerrar la presión sobre el cuerpo y la mente de la joven, que grita como si le estuvieran arrancando el corazón del pecho, aunque no es muy distinto lo que siente.
- Algo sabes. Muchacha. Él te contó porque está vivo y te contó quiénes son sus amiguitos alados.
Ni siquiera espera a que Celine le conteste, aprieta más la presión y aprieta más el cuerpo de la chica contra la pared hasta que de la boca de esta se escapa un chorro de sangre. No sigue interrogándola. Ya ha hecho su pregunta y solo espera una respuesta. Al final ésta llega, solo una palabra, que para Celine no significa nada, pero para él sí, Nephilim, dice ella entrecortadamente. Es todo lo que necesita. Suelta a la chica, que cae al suelo, retorciéndose de dolor.
-Gracias, capitana, eso es todo, puede retirarse –dice sin mirarla y haciendo que la joven salga volando de la habitación a través de las puertas que se cierran tras de ella solas, a cal y canto.

En la puerta principal, toda de cristal y nuevo diseño del rascacielos sede de la Corporación, una treintena de guardias armados esperan con temor algo, aunque no saben bien el qué. Los ruidos de la batalla son cada vez más intermitentes, pero cada vez también más cercanos. Incluso han oído rumores espeluznantes de ángeles combatiendo en las filas de sus enemigos. En cualquier caso, las órdenes son precisas, nadie debe entrar por esas puertas. Aunque saben que si el ejército invasor cruza la plaza, poco podrán hacer ellos. Pero no es un ejército lo que se lanza contra ellos, no, es un destello amarillento que atrona la noche con el sonido de un viejo motor a punto de estallar. Los guaridas tardan varios segundos en procesar si aquello es una amenaza o no, porque no es un tanque, ni ningún vehiculo de combate de ninguna clase lo que se dirige hacia ellos, sino un viejo y destartalado autobús escolar amarillo. Finalmente, los gritos que suelta el conductor, gritos de autentica locura, les hace pensar que, después de todo, si que es una amenaza. Y así es como comienza el tiroteo, y así es como bueno de Bridge tiene que empezar a agachar la cabeza esquivando los disparos de los hombres de la Corporación, que descargan sobre ellos toda su furia. Bridge, con los otros tumbados detrás, tiene que calcular la trayectoria a ciegas, puesto que ya no puede levantar la cabeza y espera no haberse equivocado, mientras, en un ultimo momento, piensa que tiene bastante gracia que todo dependa de su pericia para chocarse contra algo.
Pero el choque llega. Con total furia. Betsy entra como una centella amarilla en el hall del edificio llevándose por delante las dos ametralladoras pesadas que flanqueaban la entrada y a un buen número de los guardias, al mismo tiempo que hace que los demás se tiren al suelo o corran a esconderse. Finalmente, el autobús choca contra la pared del fondo el hall, donde se encuentran los ascensores y una nube de humo y polvo cubre toda la estancia. El motor e Betsy se para, como un latido agónico, al tiempo que sus dos ruedas delanteras, destrozadas, caen al suelo. Como un viejo animal, como un ser mitológico cansado ya de demasiadas batallas, cae sobre sus rodillas delanteras y se queda inmóvil, con el humo negro que le sale del motor como último aliento. La estancia se queda sumida en el silencio por unos momentos, mientras el humo y el polvo se van disipando, como si el telón se volviese a levantar. Los guardias que quedan vivos, apenas diez, se empiezan a incorporar tratando de entender que es lo que ha pasado. Pero no tienen demasiado tiempo, desde las ventanas del autobús les responde el ruido de armas de fuego y en pocos segundos todos son abatidos y otra vez el silencio se adueña de la sala. Luego unos golpes contra la puerta del autobús, que ha quedado atascada por el golpe, hasta que por fin sale disparada y cae al suelo de mármol con un gran estruendo. Bridge baja del autobús y se queda mirando el lamentable estado de Betsy. El siguiente en bajar es Johnnie, que mira desolado a lo que durante los últimos años ha sido su hogar y el del Doctor. Bridge le pone la mano en el hombro.
- Lo siento. No había otra forma de entrar.
- No te preocupes. Era un buen cacharro y siempre respondió. Ha caído como una valiente.
Acto seguido baja Helen y Martin y luego Peter, todos armados.
- Por esas escaleras de ahí –dice Peter señalando unas escaleras que descienden-. Al laboratorio debe llegarse por ahí.
Las escaleras llevan a unas puertas blindadas que no tienen pinta de poder volarse fácilmente.
- Lo que no sé es como demonios vamos a flanquear esas puertas.
- Déjamelo a mí –dice Walker, sacando un viejo ordenador portátil de su mochila-, ya me esperaba algo así.
Se acerca a las puertas y desmonta el panel donde se introduce la clave para abrirlas. Conecta el portátil al Terminal y empieza a teclear frenéticamente, con una sola mano, mientras que con la otra sujeta el portátil. Después de diez minutos en los que los demás tienen que cubrirle un par de veces de los ataques esporádicos de algunos guardias, las puertas se abren con un sonido casi místico.
- ¡Si! Soy un monstruo.
- Pues vamos, no perdamos tiempo –dice Helen introduciéndose la primera por el pasillo que ha aparecido. Detrás de ella va Peter y luego el resto. El pasillo está iluminado por luces alógenas y es de mármol blanco, lo que da una sensación total de asepsia. Todo está en silencio y Helen va llegando a un par de puertas dobles. Apunta con su arma por si algo saliera de ellas, pero de poco le sirve, las puertas se abren y una fuerza invisible la arrastra dentro como si la chica fuera una hoja de papel arrastrada por una fuerte corriente. El que más cerca está es Peter, que se lanza tras ella de un salto, desapareciendo en la oscuridad de la habitación, igual que Helen. Las puertas son cerradas tras ellos por una mano invisible y cuando Johnnie se acerca a ellas, un campo de fuerza le lanza un para de metros hacia atrás contra la pared. Johnnie se vuelve a levantar dolorido y se vuelve a lanzar contra el campo de fuerza con idéntico resultado, una vez más, es lanzado contra la pared. Cuando va a intentarlo de nuevo, hace falta que lo sujeten entre Bridge y Martin al mismo tiempo, mientras grita el nombre de Helen.
-Piensa un poco, Johnnie –le dice Martin-. Está más que claro que no podemos pasar. Busquemos otra entrada o la forma de destruir a estos malditos.
-Tiene razón, chico –añade Bridge-. Peter está con ella, no permitirá que le pase nada malo.
Walker, devorado por la rabia, se suelta de la presa de sus dos amigos y empieza a andar pasillo adelante, sin decir una palabra. Bridge y Martin le siguen, sin atreverse a rozar la puerta, ni a mirarla siquiera.

sábado, 18 de septiembre de 2010

La invasión de los girasoles mutantes.

Episodio 23: No habrá fumata blanca.
Las fuerzas rebeldes no tienen demasiado tiempo para celebrar la caída de la gigantesca máquina de guerra pilotada por el coronel Henninger. La otra bestia, de carne y hueso, aunque duros como el acero, aplasta todo lo que se cruza a su paso. Los edificios tiemblan simplemente con sus rugidos. Solo quedan dos tanques en pie, uno de ellos el M1 de Connor que dispara escondido desde un edificio. Las tropas están replegadas, escondidas, agazapadas entre los escombros, disparando a la desesperada, mientras los Nephilim, que han sufrido muchas bajas, siguen lanzando su fuego contra el monstruo que cada vez está más enfurecido. Están perdiendo la batalla. Esa es una realidad firme. Jacob lucha con desesperación con la bestia, pero es mucho más poderosa que la bestia mecánica. Es más rápida y su piel es mucho más difícil de atravesar, su espada levanta heridas y la sangre le salpica, pero nada parece interferir el camino de la bestia. Johnnie le ha seguido cubriendo desde el edificio, pero los cohetes tampoco le hacen demasiado, y hace bastante que no dispara, así que supone que el chico se habrá quedado sin proyectiles. Lo único que tiene claro, es que, o abaten rápido a esa maldita cosa, o la batalla acabará muy pronto. Entonces se da cuenta de que se ha despistado y ha dejado su flanco al descubierto. Son segundos, pero parecen años. Ve como un tentáculo enorme se dirige hacia él a tal velocidad que casi pude sentir el impacto antes de que llegue. Pero nunca llega. Una sombra se interpone entre él y la bestia. Un destello fugaz. El monstruo grita, pero esta vez no de rabia, si no de dolor, mientras comprueba atónito como una parte de su tentáculo cae al suelo. Jacob esta a punto de preguntarse que ha pasado cuando ve una sombra que se lanza contra la cabeza de jabalí del engendro, sin molestarse en esquivar los tentáculos que salen a su paso, ya que los cercena. Peter no llueva una espada de fuego angélico, lleva su fiel hoja, Tadeusz, que ahora parece más poderosa que nunca. La boca de jabalí, con sus colmillos como árboles, le lanza varios bocados, pero Peter consigue esquivarlos batiendo sus alas negras. La lengua viscosa de la criatura se lanza contra el, despidiendo un olor nauseabundo que hace que al Nephilim se le salten las lágrimas, pero un hábil tajo con la espada le hace darse cuenta al monstruo del error que ha cometido cuando la punta del apéndice sale disparada y cae al suelo. El monstruo grita y se tambalea moviendo la cabeza con furia. Da dos pasos hacia atrás y eso es lo que Peter estaba esperando, se lanza contra la cabeza y en un segundo los dos ojos cuelgan de sus órbitas absolutamente inútiles. Mas rugidos de dolor y Peter se deja caer hacia atrás.
-¡Jacob! ¡Nephilim! ¡A mi señal! –dice mientras cae.
Cuando ya ha pasado la boca, se gira sobre sí mismo y clava a Tadeusz en la garganta del monstruo hasta la empuñadura. Entonces el monstruo abre la boca todo lo que puede para lanzar un grito agónico. Esa es la señal y los Nephilim no necesitan más. Varias bolas de fuego angélico salen disparadas y penetran en la boca del monstruo que deja de gritar al instante, a pesar de que el fuego le devora por dentro y el dolor es insoportable. Peter sigue sujetando con fuerza la empuñadura de su espada y empieza a girar en torno al cuello del monstruo hasta que la cabeza de la criatura cae al suelo como una montaña.
Las tropas aliadas no necesitan más y se lazan con furia ciega contra las tropas de la Corporación. Los Nephilim gritan desde el cielo y se lanzan contra los soldados enemigos y Peter pone un pie en tierra y deja que su acero sacie su sed de sangre. Tiene alguien detrás, se gira y ve un cañón que le apunta.
-Ya era hora de que aparecieras, cabronazo –le dice Johnnie bajando el arma.
-Sí, ya me he dado cuenta de que no sabéis arreglároslas sin mí.
-Hijo de puta –responde Johnnie sonriendo-, ¿no has visto lo que hemos hecho Jacob y yo con el robot ese?
- ¿La cafetera era? ¿No bastaba con desenchufarla? Por todos los demonios, ni siquiera teñía tentáculos.
- Siempre serás un bastardo arrogante.
- Ya sabes que no es chulo el que quiere, si no el que puede –responde Peter riendo.
- ¿De verdad te has perdido media batalla por un polvo?
- No era un polvo. Había que cerrar esa puerta para poder abrir otras. No podía luchar con el peso de esa cadena.
- ¿Estás libre entonces?
- Sí.
-Pues vamos a patear culos.

Por las pantallas del cuarte general, el Líder, el general Xavier y su Santidad, ven caer al enorme monstruo bajo la espada y el fuego de los Nephilim. El sacerdote parece haber perdido la cabeza y al tiempo que solloza por la perdida de su criatura, grita incoherencias sobre Ángeles y castigos divinos.
-¡Por el amor de dios, Silvio, cálmate! –Le grita el Líder- ¿Qué demonios son esas criaturas voladoras?
-¿No lo ves, Jeremmiah, no lo ves? –Responde el Papa- Son Ángeles. Dios nos está castigando. Ya te lo advertí, te advertí sobre mis sueños y visiones.
-Eso son locuras de un trastornado –interviene irritado el general-. Santidad, por favor, es usted un hombre de ciencia, serénese.
Jeremmiah no sabe bien que pensar. Todo aquello no tiene ningún sentido, pero lo que no puede negar es lo que están viendo sus ojos. Delante de sí tienen a unos hombres y mujeres con alas y espadas de fuego. Y la verdad es que la explicación más plausible es que son ángeles. Siente que le va a estallar la cabeza, ¿ángeles? ¿En serio? ¿Dios existe, y el diablo y todo eso? No tiene ningún sentido, la iglesia esta de su lado, es parte de su gran imperio, porque iba Dios a mandar a sus soldados para destruirlos. Pero lo que también tiene claro es que las tropas se van a dispersar como no las replieguen en orden.
- General, ordene a las tropas que se replieguen y se aposten para aguantar el asalto. Nos recluiremos en el laboratorio, pase lo que pase no pueden llegar a allí.
Su Santidad no espera a que Jeremmiah acabe de hablar. Chillando como un loco, sale corriendo y recorre los pasillos del cuartel general hasta que el aire de la noche le da en la cara. Corre en la noche, una noche extrañamente tranquila, tendiendo en cuenta el que ruido de las explosiones y los disparos está cada vez más cerca. Pero Silvio no se detiene, quiere llegar a su mansión y esconderse allí hasta que todo pase y, si no, ya buscará la manera de huir. Por fin consigue llegar a su santuario, su mansión. Cierra las puertas y las atranca con muebles. Pero no se siente seguro y, pasando de largo sus aposentos, entra en la enorme estancia que da cobijo a su harén. Es una habitación enorme donde al menos veinte chicas jóvenes dormitan semidesnudas en sus camas. Algunas se están duchando en las duchas y saunas que hay instaladas al final de la estancia. Las jóvenes jamás pueden salir de allí, al menos que su Santidad las convoque. Pero allí hay alguien más. Alguien que no debería estar ahí, el hombre de fría belleza que se le apareció en sueños.
-¿No pensarías, Santidad, que seria así de fácil escapar? No de mí.
-¿Quién eres tú? ¿Qué quieres de mí?
-Sabes muy bien quien soy. Tu corazón te lo dice. Di mi nombre, Papa, di el nombre del más hermoso de los ángeles.
-¿Miguel?
-¿Me tomas el pelo, insecto?
-Lucifer –dice Silvio Panterini, y no es capaz de decir nada más. Al pronunciar el nombre del ángel parece que la habitación se ha enfriado.
-Eso soy yo, Santidad. El mismo. Y en cuanto a qué hago aquí, voy a hacer mi trabajo, voy a llevarte conmigo. A ti he bajado en persona a buscarte.
-Eso no es posible. Soy un servidor de Dios, el habla por mi boca. El señor jamás permitiría que vaya al infierno.
-Tú nunca has hablado con Él. Ya no habla con nadie. Ya no le importáis, la prueba palpable es que os ha dejado hacer todas las monstruosidades que tu querida Corporación le ha hecho al mundo sin mover un dedo.
-¡Lo hemos limpiado de indignos!
-No me voy a molestar en discutir con un fanático enfermo como tú quién es el que os ha dicho que vosotros sois los dignos. Has matado, violado, retorcido la naturaleza a tu voluntad, esclavizado. Es la hora de pagar padre.
Lucifer levanta la mano y un montón de sombras empiezan a surgir de las paredes y el techo. Las sombras se dirigen hacia las chicas y parecen que van entrando en ellas, una a una. Una vez todas las sombras han desparecido dentro de los cuerpos de las jóvenes, sus ojos se vuelven completamente negros.
-Bien, Santidad. Alguno de mis queridos demonios se han unido a tus chicas y seguro que las van a convencer para que sean ellas misma las que te den tu merecido. Nos vemos ya sabes donde.
Las chicas, con una sonrisa absolutamente aterradora, empiezan a andar hacia el pontífice, que trata de abrir las puertas. Pero están atrancadas y por más que tira de ellas no se mueven ni un ápice. Pero pronto deja de tener importancia eso. Las chicas le dan alcance y se lanzan contra él como locas, arañando, mordiendo y golpeando. Silvio grita, pero nadie puede oírle. Lo que casi si puede oír él es como le van arrancando la piel a tiras, con uñas y dientes. Su blanca túnica ya no es más que un montón de jirones rojos en el suelo. Una de las chicas le arrana la lengua de un bocado y otra le saca los ojos, pero le dolor y los sonidos siguen hay. Una agonía en la oscuridad y el dolor más atroces, sintiendo como varios pares de uñas escarban en su estomago y van separando la piel, desgarrándola, para meter las manos por agujeros recién abiertos y sacar sus tripas al aire. Entones empieza a sentir los mordiscos en la garganta y siente su propia sangre en la boca y la falta de aire. Se ahoga, se va ahogando poco a poco, vapuleado por el dolor, hasta que todo desaparece. El Papa ha muerto, pero el mundo está desgarrado y ni en los próximos días, ni en las próximas semanas habrá una fumata blanca. Quizás ya nunca la vuelva a haber.